viernes, 20 de noviembre de 2015

Punto y final

Mario me maltrataba, cada agresión alimentaba su ego, ante los que veían en él a un hombre respetable, en vez de un auténtico miserable. Me sentía insignificante, con cada marca impresa en mi cuerpo regresaba el asco. Después de la última agresión, avergonzada, con los restos de sudor, fruto del pánico, deslizándose por la espalda, dejé que el agua de la ducha cayera a borbotones hasta sentirme limpia. Una muerte más. La próxima podía ser yo o mis hijos. Siempre el mismo sueño recurrente, que no te deja vivir, hasta convertirte en otra, una desconocida, que ya no se reconoce en el espejo. Punto y final. Llamé al 016. Me miré en el espejo y vi a una mujer distinta.

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