viernes, 20 de noviembre de 2015

Amanecer

Aquella gélida mañana del mes de enero el cielo parecía tener un tono azul diferente, como si el sol quisiera acariciarlo y le otorgara un brillo que hasta entonces Lydia no había apreciado. Mientras caminaba por la calle, un atisbo de sonrisa se dibujaba en su rostro. Al respirar el aire fresco, sintió que su cuerpo se inundaba de energía y de ganas de vivir. Fue entonces cuando supo a ciencia cierta que había tomado la decisión correcta. Nunca más volvería a sentirse humillada ni despreciada. A partir de ese día, volvería a convertirse en cómplice de la felicidad. Con paso firme y decidido, atravesó aquella puerta, donde un oficial de policía le dio los buenos días enérgica y amablemente.

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