miércoles, 25 de noviembre de 2015

Andén

Nadie comprendía que quisiera los fines de semana con tanto afán, pero cuando empezó a conducir el Metro, recién graduado en Industriales, descubrió que la joven siempre tomaba el primero en las madrugadas ateridas de los sábados. Indudablemente regresaba a casa después de una noche de marcha, a veces acompañada. Le gustaba fantasear sobre la vida de la chica: si trabajaba en un bar de copas, si dormía desnuda, si dibujaba poemas en sueños. Un día vio que se bajaba en Puerta Blanca. Ella, en cambio, nunca se fijó en él. Si lo hubiera hecho, habría descubierto la expresión de horror cuando aquella mañana vio que alguien la empujaba justo delante de su cabina, sin tiempo para frenar.

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