domingo, 15 de noviembre de 2015

Ítaca

La brisa fresca de la mañana acarició los recuerdos cárdenos de la última paliza. Allí, en el andén que hasta entonces nunca se atrevió a pisar, esperaba el tren que la llevaría lejos, al refugio de una vida anónima.

Su hija, ilusionada por la aventura que suponía el viaje y ajena a la realidad, jugaba distraída entre maletas y gente con prisa.

Mirándola, resonaron en su memoria las palabras sin respuesta con las que se despidió de su madre.

- Mamá, me voy, no quiero que mi hija viva lo mismo que nosotras. 
Tras aquel eco, un escalofrío quebró su cuerpo al sentir de nuevo la gelidez de la lápida. 

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