¡Vuelve! – ruega Marcos de rodillas ante la mujer de su vida. se ha marchado de casa, para no volver nunca, lejos de sus cicatrices y morados incomprendidos. Ahora empieza a vivir el sueño que desde hace unos años venía acechándole cada noche. Él le suplica que vuelva, que perdone una vez más sus celos, su intolerancia y los golpes a mano desatada. Pero no lo escucha, ya no sufrirá más ni un solo instante, por mucho que le llore. El hombre rabioso ha quedado en trozos de lástima ingenua. Abre sus ojos cargados de lágrimas, la mira, y sabe que nunca debió mandarla tan lejos. D.E.P.
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