martes, 3 de noviembre de 2015

ME ALEGRO


Me alegro. Me alegro de que Fabián, con solo cuatro años, supiese parar tus golpes mejor que yo. Me alegro de que el niño me defendiera sin moverse de donde estaba. Me alegro de que tú, miserable, pararas tus puños al cruzarse su mirada con la tuya. Al preguntarte sin hablar: papá, ¿por qué?
Me alegro de que te marcharas para no volver. Me alegra de que la condena no la cumplas tras unas rejas de la que, más pronto que tarde, saldrías. Me alegra que aquellos ojos de incomprensión te hicieran huir. Me alegra que esa imagen, la de tu hijo mirándote, te persiga y sea, además, maldito, tu sentencia.

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