No me despedí de ti, no tuve tiempo. Mi miedo tuvo más prisa que mi amor ya difuso por ti. Tú, sin embargo, sí te despediste de mí: cada día con cada bofetada, cada hora con tu ignorancia de macho cabrío que aún vive en el Pleistoceno, cada minuto con tu desamor, tus empujones y tu boca sucia que se lamentaba cada segundo de haber conocido a una guarra y puta como yo. Esta guarra por fin abrió los ojos y si algo lamento hoy, es no haber sido una verdadera puta contigo. Porque si hubiese sido una puta, quizás hubiese conocido por fin a un amante que me amara de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario