miércoles, 18 de noviembre de 2015

Insomnio

No duermo. 


Primero fue por el llanto continuado de mi vecina. Por sus gritos, que recorrían cada noche la distancia que separaba nuestras puertas. Por los insultos de su esposo. Por los ruegos agónicos con los que le respondía ella y que se prolongaron durante meses. 


Ahora es el silencio. Este silencio asfixiante el que me impide dormir, el que se clava en mi estómago, retorciéndose hasta convertirse en la pregunta que me repito una y otra vez: ¿Por qué no hice nada?

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