domingo, 15 de noviembre de 2015

Atraco

No tendría más de catorce años; y su futuro aparecía más negro que una bocamina de carbón. Ahí estaba, en el suelo de la farmacia, tumbado boca abajo, las manos esposadas a la espalda, mirando la navaja que había caído tres metros más allá. Un policía estaba ayudando a recomponerse al farmacéutico que le había dado un ataque de ansiedad. El otro hablaba por la radio con la central:

— Nada, un crio con una navaja en una farmacia. No, no hay heridos. ¿Drogas?, no, no parece. Dice que tenía que curar a su madre a la que su padre le ha dado una paliza.

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