Tengo una nube en mi estómago que no me permite respirar. Mi rostro en el espejo se ve desfigurado. Me asomo al balcón y sólo veo un vacío que me atrae. ¡Qué gris se ve todo en la tormenta! Estoy entre trastos hacinados y cubiertos de polvo negro de ciudad. Entre ellos, una maceta olvidada con un pequeño brote me sonríe. Un vástago ha rebrotado en mí. Me arreglo y me maquillo, medio a escondidas bajo diluyéndome en la oscuridad de las escaleras. Aprovecho un momento de descuido del cancerbero y pinto un hermoso sol bajo las nubes. Todo se ilumina y salgo triunfal a lucir mi vida con una pequeña maceta en la mano. Ya nunca dejaré de caminar.
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