Tantos años de sufrimiento, de vejaciones, de palabras clavadas en su piel como afilados cuchillos. Tantos años de silencio, de soledad… Mas un día decidió volar, y se convirtió en gaviota, y atravesó mares teñidos de ámbar, y bosques que emanaban olor a poesía, y horizontes de espejo donde encontró a otras como ellas, frágiles cuerpos de aves capaces de crear un escudo para protegerla de los fríos golpes del aire. Sí, y alguna vez volvió la vista atrás, pero ya sin dolor, libre por fin, y sobre todo, dispuesta a resucitar los esqueletos de besos, caricias y de todos aquellos sueños que perseguía y por los que día tras día desplegaría, ya sin miedo, sus alas de gaviota .
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