Tal vez si ella fuera más sencilla disiparía mis dudas. Soy un buen marido: nunca le he pegado estando sobrio; evito interferir en sus labores del hogar; siempre he tenido especial cuidado en que mis escarceos no lleguen a sus oídos; sabe que me conmuevo cuando llego a casa y veo dormidos a nuestros hijos; y comprende que jamás la abandonaría: ¡Antes… ¡ En casa de su madre no está. No entiendo cómo no ha regresado aún, por qué falta del cajón su ropa y la de los niños además de las maletas, qué le retiene fuera, y cuando entenderá que a pesar de su soberbia sigo esforzándome y me desvivo por ellos…
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