Cada día veo cómo le regala flores para luego pisotearlas. Es una buena metáfora de lo que está haciendo con ella. Cada día la ilusiona, tiene algún bonito detalle con ella y, luego, aplasta cada resquicio de autoestima que pueda existir en su mente. La menosprecia, la hace de menos, la ensucia por dentro.
Cada día riego las flores que él le regala, intentando que broten nuevas. Cada día le hago ver lo preciosa que es, la bondad de sus actos y la belleza en su mirada. Y, en ese momento, estando conmigo, veo a la persona que fue. Esa que con su sonrisa iluminaba un campo de fútbol.
Cada día, cuando sale del bar, su luz se apaga.
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