No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde. Ese día empezó a sostenerse en tierra firme, sin "hilachos", gritando lo prohibido, desatando las ganas de todo y de nada. Pero el nacimiento era evidente, incuestionable e irremediablemente irrebatible. Tan obvio y descomunal que aterrorizaba; tan hermoso e incontrolable, que ansiaba sentirlo eternamente. Como era lo más grandioso y exorbitante que sentiría, se arrancó el alma, la envolvió con su propio cuerpo y se la arrebató de sí misma para regalársela. Desde ese instante se quedó sin nombre…A las seis y seis de la tarde, del mes seis, llegó él.
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