martes, 24 de noviembre de 2015

Inocencia cruel

Era tal mi sensación de impotencia que en cuanto llegué a casa me eché a llorar, lágrimas de rabia y frustración surcaron mi rostro. En mi mente seguían latentes las palabras de aquella niña pequeña. Me acerqué a ella en el parque sorprendida por su actitud, sentada en el suelo golpeaba sin cesar la cabeza de su muñeca contra un columpio mientras por su boca se escapaban crueles insultos que una niña de su edad no debería siquiera conocer. Lentamente me agaché y le pregunté por qué lo hacía. Su respuesta me estremeció: no le duele y luego le pediré perdón, como hace papá con mamá.
 
Denuncié. No sé en qué quedará todo, pero esas palabras jamás podré olvidarlas.

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