miércoles, 22 de octubre de 2014

Preámbulo a la insolencia


— ¡Ve a tu cuarto y cierra la puerta! — chillaba mi madre desde debajo del lecho conyugal.
            Mi padre la arrastraba hacia afuera para protegerla del hombre del saco.
            — ¡Vete de aquí! —volvía a gritarme
Asustado, esperaba en cualquier momento la aparición del monstruo que habitaba en el dormitorio de mis padres. Corría a mi habitación y me encerraba dentro. Sabía que ningún criminal se ocultaba debajo de mi cama. Allí me sentía seguro. Aun así, temblaba al percibir los golpes que se oían al otro lado del tabique.
Necesité varios años para adquirir el suficiente  coraje que me permitiera esclarecer la sospecha. Un día, me oculté armado en su escondrijo y esperé con sigilo su llegada. Aniquilé a la bestia.       

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