El sol quema la sonrisa de un futuro incierto. De nuevo escucho un golpe. Y pienso, siento, y… hasta aquí, me niego a recordar un lamento.
Es verano.
- ¿Vamos a la playa? – pregunta mi hijo pequeño, haciéndole una señal para que convierta su voz infantil en susurro de viento.
Un golpe fuerte adelanta a otro seco, que cierra una puerta. Él o ella, ha salido, pienso mirando a mi hijo, con el pensamiento hurgando en hogar ajeno.
- Quédate aquí hijo, mamá vendrá de seguida – le digo intentando no vender mi alma al silencio.
Y abro la puerta, disfrazando la coincidencia, esperando encontrarla en el laberinto de un presente infierno.
- Hasta aquí – le digo, ofreciéndole un mundo nuevo.
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