viernes, 3 de noviembre de 2017

Natalia Kovshova

Llovía. Tocaron a la puerta. Llamada a filas. De la guerra sólo sabía que olía a podredumbre. Serás una heroína; la gloria será eterna, le dijeron. La lluvia arrecia. El fusil resbala. Es capaz de oler el miedo a cientos de metros de distancia. No le dijeron que la violarían en los días tristes de la guerra; que sería igual a ellos en sus ratos libres, con los ojos abiertos o cerrados; poco importaba cómo quisiera ella gobernar sus sueños. La francotiradora rusa, célebre por destrozar los puentes de las narices nazis, regresó de la guerra. Le dijeron no te necesitamos, la carrera militar no es para mujeres. Enterró su medalla. Llovía, pero el agua no podía mojarla. Abril, 1944.

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