jueves, 23 de noviembre de 2017

La pintura morada

Mete las manos en el bote de pintura. El pigmento morado penetra en su piel, cala hasta sus venas y las alimenta. Gritos al unísono viajan a través de sus nervios, enseñando, peleando. Sí puede.
Una pisada imponente resuena, extendiendo rabia por el suelo. El primer golpe cae, pero esta vez no sobre su cuerpo. El muro se tambalea por el impacto. Los puñetazos se suceden; los pasos quedan acallados. Sí puede.
Las heridas se cierran, los moratones sanan; su cuerpo revive en una preciosa contradicción. No siente dolor; la tinta resguarda a sus nudillos llorando en su lugar, salpicando gotas de color por la pared. Gime, las lágrimas de impotencia se escapan sin permiso al ver luz. Sí podemos.

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