Su bici con la que tanto paseaba por el campo está en la pared, sobre dos grandes clavos. Nadie la ha vuelto a montar. Tampoco dejaré yo que nadie lo haga. Seguro que si pudiera comunicarse conmigo o con mi abuela, nos diría que la usáramos o que la regalásemos a alguien porque una bici sin usar provoca tristeza. Ella era así, amable y muy desprendida.
Pero yo no quiero dársela a nadie. La bici me recuerda a ella, teniendo la bici ella siempre estará con nosotros. Le diría, en cambio, que lo que sí he hecho fue arrojar al fuego de la chimenea las fotos de su marido. Las tuyas, Mamá, están por todas las habitaciones.
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