¨A, ante, para, por, según, sin, so, sobre. A, ante, para…¨. Se repetía Carlos como un mantra tibetano, como si a fuego tuviera que grabarlas en su cabeza.
Era constante como un martillo, pum, pum, pum, cada vez más rápido, más profundo. Pum, pum, pum. Se mezclaban, se difuminaban y chocaban entre ellas.
Aquella noche de verano, otra más, hacía calor y el bañador que colgaba de la silla aún rezumaba cloro. Ya no había cole, ni examen.
No era locura, radicaba en la necesidad. A, ante, para, por, según… Era lo que Carlos repetía abnegadamente para abstraerse de lo que al otro lado su madre soportaba, la Heroína que le enseñó esas mismas palabras meses atrás.
Lalo Peta
No hay comentarios:
Publicar un comentario