Fue el primero en cerrar los ojos, contó despacio hasta diez, y cuando notó que el niño se relajaba, saltó de la cama. Se dio mucha prisa en recoger los juguetes esparcidos por el suelo y en colocar los libros en la estantería. Entonces sintió las pisadas acercándose y se quedó quieto, intentando que su relleno de bolitas dejase de temblar. Notó la mirada recorriendo la habitación y cuando por fin se fue, se encaramó a la cama, dio un beso de felpa y se acomodó bajo los riñones, hoy un poco menos amoratados.
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