La palidez de mi rostro en contraste con el color grisáceo de mis ojeras denotaban agotamiento por luchar a contracorriente por una relación basada en la gratitud fingida y una constricción constante de la esencia de mi ser. Nunca había habido golpes, pero si muchas miradas de indiferencia por desacuerdos en los asuntos más nimios del día a día y la banalización de todas mis emociones.
Al contemplar mi reflejo casual en aquel espejo que siempre había pasado desapercibido en mi vorágine diaria, no era capaz de reconocerme, había perdido mi identidad y comprendí que debía retomar las riendas de mi vida y recuperar el tiempo perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario