Creció entre lobos. Unos la protegieron. Otros la atacaron: intentaron clavar sus colmillos en su carne, pero mordieron su alma. Eran lobos cobardes. Asaltaban siempre cuando no tenía la protección de su manada. Aprendió a escapar. Corría sola, con las mandíbulas apretadas y con la mirada fija en El Más Allá. Corrió tanto y durante tanto tiempo que se hizo fuerte. Ya no les tenía miedo. Entonces supo que no iba a huir más.
Ahora es otra.
Se guía por su instinto. Sus ojos han cambiado. Ahora cuando mira, ve el alma que habita el cuerpo que tiene delante. Nadie le puede hacer daño. Si la atacan, ella se tirará a su yugular. Se ha convertido en Loba.
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