domingo, 25 de noviembre de 2018

Emociones

Cuando le reventó el labio de un puñetazo, el corazón no sufrió. Hacía mucho tiempo que estaba roto. Los golpes no le hacían daño, ya no. Vistió su miedo de valor y encaminó sus pasos a la comisaría. Por el camino, sus complejos se fueron cayendo de su cuerpo como capas de cebolla, la curvatura de su espalda fue perdiendo su forma de gancho irguiéndola a lo alto.

No estaba sola, la policía la acompañó a la vuelta. Contempló cómo le ponían los grilletes al monstruo y lo sacaban de su casa. No le quedaban lágrimas, un gesto de asentimiento apretó sus labios reventados a la par que entornaba sus ojos y supo que había hecho lo correcto.

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