Tenía tendencia al dominio, al control absoluto de su pareja, que llegó a ser dependiente, sumisa, débil, pasiva; empleaba medios violentos para vencer su resistencia.
Cuando ella quedó embarazada, la situación no cambió, hasta que el ginecólogo les comunicó que esperaban un varón. Fue una conmoción. El ser que llevaba en sus entrañas no podía ser así. El concepto que tenía de los hombres se desvaneció pronto.
Ella fue la primera en inculcarle valores de igualdad al niño y su marido pudo recobrar su independencia y fortaleza. Ambos se encontraron en un mismo plano, aprendiendo a respetarse.
Y yo me pregunto: ¿será el amor filial una posible clave para la superación interna de conflictos de violencia de género?
No hay comentarios:
Publicar un comentario