Silencio, apenas su respiración agitada y el velo de la ira que empezaba a desaparecer de sus ojos…
Agachado, con las manos sujetándose la cabeza, la observaba callada en el suelo. Ya no volvería a hacer lo que le diera la gana, ya no tendría que controlarle el teléfono móvil cada vez que salía, tampoco la oiría protestar por tener que encargarse de todas las tareas domésticas o cuando él llegaba a las tantas,… Ya se había terminado todo, viviría tranquilo.
Cerró los ojos y la volvió a ver gritando asustada, huir, caer al suelo, un ruido seco, y su melena rubia y la tapa del baúl del dormitorio teñidas de carmín. Ahora, por fin, el silencio.
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