Mi vecina Mari Cielo es un cielo, pero todo el mundo la llama Mari; menos su marido, que la llama perra. La queremos todas y todas le regalamos cosas bonitas cuando la vemos; menos su marido: él le regala insultos y golpes que no dejan señas; eso sí, a diario. A veces pienso que de buena es tonta. No ha llamado nunca a la policía –nos dice a las íntimas- porque él es un ciudadano modelo y nadie la va a creer a ella. Esta mañana sonríe -teléfono en mano- y me mira por la ventana agitando sin parar una cámara de vídeo con la otra. Lo mismo es más lista, Mari, de lo que creemos.
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