Cuídate, niña, que las rosas que te tira por el camino tienen espinas; que el castillo donde te encierra lo construye poco a poco él; que no es el príncipe sino el dragón; que tú no eres la damisela en apuros sino la caballera. Tu brillante armadura es la cultura, como espada la firmeza y montas el corcel de la igualdad: no des un paso atrás ante el monstruo y arremete.
Tú escribes el cantar de gesta de tu vida y eliges la métrica, que nadie te la imponga.
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