Al emprender una vida junto a Jaime, el monstruo anunció sutilmente su llegada. Desoí las evidencias que dejaba por doquier alertando de su presencia, pues el transcurrir de los años me había endurecido y despojado de temores necios.
Por incauta me arrastró con él al abismo. Se deleitaba sometiéndome y burlándose de mi desesperación. Me había condenado.
Aquí sólo dejó mi cuerpo que ya no me pertenecía, pues le había sido arrebatada su esencia.
Un día descubrí su secreto: su poder se desvanecía cuando no percibía miedo.
Desafiante, me puse frente a él y sin mediar palabra comenzó a volverse tan insignificante que apenas conseguía verle.
El miedo es fácilmente manipulable y ningún monstruo despiadado podrá con nosotras jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario