Por fin aquel día decidió ser una mujer nueva. Se levantó temprano, se puso su vestido favorito y con tijeras y pulso firme rompió las ataduras que la tenían presa. Abrazó a su hijo con todas sus fuerzas y despeinó su flequillo con una sonrisa. Ha llegado la hora, le dijo. La calle, olvidada por sus pies tras un larga etapa encerrada, aparecía fría y desconocida. Lanzó sus gafas de sol al contenedor más próximo dejando ver el color de las marcas de un amor podrido. Sobrevive mujer y cambia el mundo, que tu voz sea tan grande como el daño que te han hecho.
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