miércoles, 5 de noviembre de 2014

Depredadores

El chico del ático tenía una preciosa lechuza blanca. La agasajaba y mimaba: compró una enorme jaula donde no anhelara tanto sus bosques, e incluso de vez en cuando le conseguía alguna presa. La quería. En las veladas que organizaba se enorgullecía de que su depredadora fuera la gran atracción. Una noche, la lechuza no atacó al ratón, se quedó arrinconada junto al bebedero. El veterinario le recomendó comida para pájaros domésticos. Desde entonces se chocaba contra los barrotes y se hurgaba con el pico hasta que perdió su deslumbrante plumaje. El chico, avergonzado, comenzó a esconder aquella alimaña maltrecha en sus fiestas. Y una mañana, dejó en el contenedor la jaula vacía junto a una bolsa bien anudada.

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