Al mes de conocerse él le regaló un collar. En realidad era una cadena. Las pulseras que le fue comprando eran verdaderas esposas. La primera vez que le gritó ella pensó que algo no iba bien, pero le perdonó. La segunda vez ella creyó que se lo merecía, pues no hacía bien su trabajo de señora de la casa. Cuando quiso cortar amarras, no sabía, le faltaba práctica. A él le sobraba tiranía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario