lunes, 30 de octubre de 2017

Sin la menor contemplación

                       En la soledad de la noche urbana, un coche en paralelo la seguía, a sabiendas de que su implacable mirada la amedrantaría.
            Arrogancia desprendida hacia una supuesta condición de indefensión que le reafirma en ese instante su pertenencia. Con la consciencia de quien se sabe podría hacer cuanto quisiera con su cuerpo, toma el beneplácito de examinarla por completo, sin escatimar.
                     A continuación el coche sigue la marcha. El vello vuelve a la situación originaria. Siente un gran desprecio por ese tácito aprovechamiento.
De quien en otras ocasiones se supo había sido verdugo de ofrecimientos, intentonas de retención, vejaciones, abusos… a mujeres en igual situación tras aparecer sangrante en un portal; sin dejar rastro su víctima.

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