viernes, 27 de octubre de 2017

Sandalias para el estío

Había llegado el verano, por lo que no me sorprendió que la mañana se despertara con el piar del jilguero, con un sol jubiloso. Hacía calor en casa. Aproveché para sacar mis sandalias rojas. De la nada apareció Nicolás, junto con palabras gélidas y gestos desmesurados. Miró enervado mis pies. Me insinuó como otras muchas veces que era uno de esos mamíferos de hocico alargado y pelaje rojizo. La habitación empezó a quedarse helada. Me apresuré en ponerme las sandalias. Mientras le oía sin ánimo miraba a través de la ventana el sol jubiloso, escuchaba el canto del jilguero. Creo que intentó levantar la mano, pero para entonces, yo ya había salido de su madriguera.

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