viernes, 27 de octubre de 2017

Albahaca

         El corazón me hizo abandonar el pueblo, paraíso modesto para mis enormes ansias de volar. Tres años respiré el veneno que me administraba Julián,  en nuestra húmeda y lóbrega madriguera.
          Aspiré la última bocanada de aire viciado, perlas amargas llegaron a la comisura de mis labios. Empujé suavemente el retrato, que se desintegró en el suelo y volé escaleras abajo. Pasé por última vez por el bar donde el monstruo, acodado e inclinado en la barra, ingería el combustible del odio.
          Llegué frente al caserón de anchas paredes, pasé mi mano con delicadeza por la frondosa maceta de albahaca y cubrí mi rostro con su fragancia. Cerré los ojos; aromas de mi infancia y de esperanza invadieron mi mente.

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