jueves, 10 de noviembre de 2016

Una llamada

Rosa contesta al teléfono; el gesto preocupado. Le confirman la adjudicación: tiene una plaza; tiene una vida.
Carlitos duerme con una respiración tranquila y acompasada. Ella espera que esta noche no tenga sus habituales pesadillas; esta noche no.
Se acuesta, sujetando las sábanas con los puños, cerrando los ojos con fuerza, abriendo sus oídos con ansiedad, conteniendo esas lágrimas que siempre quieren escapar.
Oye las llaves en la puerta. Es él.
Rosa se encoge. Él entra dando tumbos, se tira sobre la cama. Rosa tiembla, su corazón se desboca. Él ronca.
Son las seis. Sigilo,  velocidad. Rosa coge al niño en brazos.
-¿Qué pasa, mamá?
-Nada cariño, duérmete.
Salen de casa. Hoy, sin moretones, casi sonríe y pega un portazo.

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