La verdad estaba dicha, su verdad al fin había sido expuesta a todo aquel que le rodeaba. Las lágrimas caían sin cesar por su rostro, sus manos temblaban y sus dientes rechinaban del miedo. Ya no había vuelta atrás, él ya no volvería a insultarla, mentirle, gritarle, manipularle... Desde ese mismo momento, no podía quedarse estancada en el pasado, debía dejar de pensar en él y en el infierno de vida que le había hecho pasar.
Al salir a la calle, abrazo al ser humano que más amaba, a esa pequeña criatura que había llevado en su vientre y por la cual había ocultado como era ese ser que tanto miedo le daba. Juró en silencio tantas cosas...
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