lunes, 7 de noviembre de 2016

La tempestad

Aun le sudaban las manos, tenía los nudillos blancos de aferrarse al silencio oscuro debajo de la cama.
Vino el perro a lamerle la cara, a calentarle el alma, a devolverle a la realidad de esa paz transitoria.
La tempestad había cesado por hoy.
En la casa quedaban  los restos del naufragio,
A contracorriente, fue recogiendo la luz del último relámpago para  alumbrar la esperanza de mañana.
Pero mañana, no se le habrán curado aún los golpes, cuando su torpeza  hará estallar la tormenta de nuevo.
¡Corre, escóndete! -Le volverá a rogar su madre- mientras llueve desesperadamente sobre su miedo
.

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