lunes, 21 de noviembre de 2016

La escalera metálica

Recién llegadas las cigüeñas, miraron desde lo alto a la ciudad. Migraban, y la cúspide solitaria de una grúa les proporcionaba un lugar donde asentarse; ya era invierno, y no había prisa por seguir volando. Más abajo, a pie de calle, ellos se juraban amor entre risas y besos. No había prisa por acostarse. Acabó mal la noche, y con el tiempo, fue a peor. Ahora la fría silueta del edificio recuerda aquella grúa donde anidaron las aves. Ya nadie queda por aquí. Ella emigró, lejos, con su hijo. No sé bien donde se encuentra, pero está mejor. El sigue en prisión, y las cigüeñas, que vuelven todos los años, pasan de largo, nadie las ve.

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