viernes, 18 de noviembre de 2016

Ítaca

La brisa fresca de la mañana acarició los recuerdos cárdenos de la última paliza. Allí, en el andén que hasta entonces nunca se había atrevido a pisar, esperaba el tren que la llevaría lejos, al refugio de una vida anónima.
Su hija, ilusionada por la aventura que suponía el viaje y ajena a la realidad, jugaba distraída entre maletas y gente con prisa.
Mirándola, resonaron en su memoria las palabras sin respuesta con las que se despidió de su madre.
- Mamá, me voy, no quiero que mi hija viva lo mismo que nosotras. 
Tras aquel eco, un escalofrío quebró su cuerpo al sentir de nuevo el gélido mármol de la lápida que cubría a su madre.

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