viernes, 18 de noviembre de 2016

De Dolores nada, Lola

Le pintó los labios de rosa, al tono con el traje que le había ayudado a ponerse. La acomodó en la silla y salieron de casa.
-¡Dolores, qué guapa! Sentí  lo de su esposo.
-De Dolores nada. De hoy en adelante Lola, respondió quien empujaba la silla.
-Vaya chica más vistosa le acompaña, así que está usted tan bien arreglada, apuntó la vecina que se había parado a dar el pésame.
-Es mi hijo…
-José…, susurró la anonadada vecina.
- Mari Jose me queda mucho mejor. ¡Qué tenga un buen día!, se despidió sonriendo.
Ella, que se interpuso a cada golpe, la necesitaba más que nunca. Se encargaría de cuidar a Lola, su madre, como merecía. Como siempre debió ser.

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