lunes, 14 de noviembre de 2016

Danzad

Él le da cuerda como todas las mañanas. Ella comienza a bailar al compás de La vie en rose. Exquisita, abstracta. De porcelana y tules. Suspendida sobre las puntas de sus pies en  equilibrio porfiado. Da vueltas sin descanso, sin perder la sonrisa. Gira como un derviche en un intento de conseguir la perfecta quietud. En el círculo donde otras muñecas han bailado durante siglos.  Ni lágrimas, ni suspiros. Sólo el sabor metálico de la sangre en la boca. Morderse la lengua la redimirá. Hoy que se cumplen veinte años de  matrimonio. Dos décadas sobreviviendo en la cajita de música.

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