viernes, 18 de noviembre de 2016

Compañeras

Al verla pálida, su mirada  alegre y brillante, ahora fría y perdida, sentí como mi cuerpo  flotaba  diciendo  adiós al presente para recordar los buenos momentos que habíamos pasado juntas hasta que lo conocimos…

Cuando Andrés  subió su tono de voz hasta que por su boca salió un grito fuerte y amenazador, recordé los consejos de mi madre.
— No permitas que un hombre te levante la voz dos veces, porque si lo permites, con el  tiempo también te levantará la mano.

Mi compañera  pensó que esas cosas sólo me pasaban a mí,  pero que no iban con ella. En  unos meses, se hicieron novios. Le gritó.  Se casaron. Le gritó. Tuvieron hijos. Le pegó. Le pegó, le pegó y le pegó…

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