viernes, 18 de noviembre de 2016

Basta ya

Sus lágrimas serían las últimas. Ninguna palabra que saliese de boca ajena debería hacerle derramar ni una más. Con la manga de su blusa se las secó y recordó que, ella no es ninguna prenda de vestir deteriorada por el tiempo para que la ensucien, la degraden hasta dejarla sentirse inútil o la modifiquen a voluntad, perdiendo su identidad. Se levantó con sus propias manos a pesar de todo el dolor que sentía, acalló su llanto y avivó su deseo de ser ella misma. Sólo el coraje la distanciaba de sus cadenas y la liberarían. Sólo dos palabras la separaban de la persona que nunca debió ser, de la que era, a la que ella quería ser. Basta ya.

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