viernes, 18 de noviembre de 2016

Ausencia

Cada noche, con una luna un poco más fría a jirones entre las sábanas, vuelvo a soñarte y a añorarte, desgarrada el alma por esta condena de besos muertos a los que de nada sirve acostumbrarse. Y en tu ausencia, cada día más presente, siento tu latido, implorante, a cada movimiento de mis manos que me gritan cómo te arrebaté la vida, enajenada la conciencia y la consciencia en el letargo atropellado de los celos. No me apiadé, satisfecho del deber cumplido. Pero ahora, en la tarde brumosa donde aúlla el silencio de los pájaros, los pliegues de tu rostro de cuero restallan una y otra vez en mi memoria, con el olor a ácido de tu piel ardiendo

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