Los gritos de él y los llantos de mamá nos han despertado.
A él se le traba la voz, se le enredan las palabras; bueno, los gritos, y parece un trabalenguas lo que dice:“marrrrannna, gorda, guarrrraaaaaaaaa…” y también lo de las cuatro letras que empieza por p y no podemos decir.
Él no se cansa de chillar a mama y de tropezarle contra los muebles.
AGUA, AGUA,- grita mamá.
Pero no tiene sed, es la palabra secreta.
Ahora tenemos que escondernos en el armario y estar quietos como estatuas y callados como muertos, para que él no nos encuentre, porque otras veces nos ha zarandea fuerte y deprisa, haciéndonos mucho daño.
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