martes, 17 de noviembre de 2015

Unos desconocidos

Él nunca la valoró. Unos desconocidos sí los cuadros que pintaba su esposa a escondidas mientras él dormía. Algunas noches, cuando Marisa creaba transportada por la inspiración y la felicidad del momento, le dolía el cuerpo por los golpes recibidos. Una vez él sí la valoró llorando como un niño. (Su esposa agonizaba en un hospital por un cáncer). Los desconocidos fueron a visitarla y pidieron permiso para exponer los cuadros de Marisa en un importante museo. Él a todo dijo: no; los ojos de la agonizante: sí. Entonces... los desconocidos sacaron un papel que firmó la gran pintora mientras la sonreían con inmenso respeto y admiración.

Los cuadros se trasladaron al museo para no salir.



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